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Festivales: Crítica de “Who Do I Belong To” (“Mé el Aïn”), ópera prima de la tunecina Meryam Joobeur (Competencia Oficial) – #Berlinale2024

Tras filmar varios multipremiados cortos como Gods, Weeds and Revolutions (2012), Born in the Maelstrom (2017) y Brotherhood (2018, nominado al Oscar), Joobeur debutó en el largometraje con un drama familiar que compite por el Oso de Oro.

Who Do I Belong To (Mé el Aïn, Túnez-Francia-Canadá/2024). Guion y dirección: Meryam Joobeur. Elenco: Salha Nasraoui, Mohamed Hassine Grayaa, Malek Mechergui, Adam Bessa y Dea Liane. Fotografía: Vincent Gonneville. Edición: Maxime Mathis, Meryam Joobeur. Música: Peter Venne. Duración: 117 minutos. En Competencia Oficial.Aïcha (Salha Nasraoui) y Brahim (Mohamed Hassine Grayaa) conforman un matrimonio que vive en una zona rural del norte de Túnez con sus tres hijos. La vida de estos pastores en la granja es exigente, pero reina cierta naturalidad. Esa armonía se quiebra cuando los dos hijos mayores, Mehdi (Malek Mechergui) y Amine (Chaker Mechergui), se van a la guerra y solo queda con ellos el menor, el inocente Adam (Rayen Mechergui). Los meses pasan hasta que en determinado momento solo regresa Mehdi con una joven llamada Reem (Dea Liane), que usa un niqab que le cubre toda la cara y que además está embarazada. El que no vuelve -y todo apunta a que pudo haber tenido un desenlace trágico- es Amine.

La madre, que parece vivir únicamente para sus hijos, supera el impacto, el dolor y la preocupación iniciales por semejantes novedades y decide proteger como sea a Mehdi y a Reem, más allá de los recelos de Brahim y del creciente temor ante la situación que se percibe en el pueblo.

Hay algo inquietante tanto en el planteo como en la forma en que la guionista y directora Meryam Joobeur va describiendo ese universo oscuro y amenazante, pero en el que la violencia está más bien latente o incluso por momentos en el fuera de campo porque la realizadora prefiere los climas alucinatorios antes que las certidumbres o los subrayados. Hay ciertos elementos más propios del cine fantástico, irrupciones de un realismo mágico (pesadillas, visiones), pero la película también aborda cuestiones muy concretas como los efectos del yihadismo y del accionar de ISIS / Daesh.

Ciertos excesos en su estilización y preciosismo visual a la hora de mostrar la naturaleza y la geografía, en sus alegorías, simbolismos y metáforas, y en ciertas irrupciones del apuntado realismo mágico le quitan algo de potencia y concisión a un film que, de todas maneras, ratifica el indudable talento creativo y pericia técnica de Joobeur.

La película, dividida en tres episodios titulados Las secuelas, Una sombra emergente y El despertar, va de lo íntimo a lo político, de los familiar a lo social, de la placidez rural a la crudeza de la guerra, con bastantes aciertos y ofreciendo una mirada misteriosa y al mismo tiempo demoledora sobre otra zona del planeta donde los odios y los fanatismos amenazan la dinámica históricamente solidaria y cohesionada de la vida comunitaria.


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