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Críticas: Crítica de “Bellas Artes”, serie de Mariano Cohn y Gastón Duprat con Oscar Martínez (Star+)

Luego de los éxitos de El encargado y Nada, la dupla de showrunners concibió esta tragicomedia que recicla con menos eficacia elementos ya vistos en otras series y películas previas.

 

Bellas Artes (España-Argentina/2024). Showrunners: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Dirección: Martín Bustos. Elenco: Oscar Martínez, Antonio Dumas, Aixa Villagrán, Koldo Olabarri, Miguel Garcés y Mikel Laskurain. Con participaciones especiales de José Sacristán, Dani Rovira, Ana Wagener, Vera Fogwill y Angela Molina. Guion: Andrés Duprat. Fotografía: Kiko de la Rica. Dirección de arte: Laura Martínez. Sonido: Juan Ferro. Edición: Alberto Del Campo. Música: Matías y Federico Mercuri. Duración: 6 episodios de unos 25 minutos. Disponible desde el jueves 11 de abril en Star+ (América Latina) y Movistar+ (España).
 

Tanto en sus películas como en sus series, Mariano Cohn y Gastón Duprat han construido una obra absolutamente coherente y que bien podríamos definir como autoral. Hay una visión cínica, despiadada, misantrópica del mundo que se extiende luego a universos más cerrados y específicos como el del arte moderno. En ese sentido, Bellas Artes (el término “Bellas” es tachado en los créditos y suplido por el de “Malas”) es una suerte de continuación, ampliación, profundización de algunas cuestiones ya abordadas en El artista (2008), Mi obra maestra (2018) y otra producción mayoritariamente española como Competencia oficial (2021).

Más allá que unas cuantas ideas se repiten (sobre todo lo concerniente a la dictadura de la corrección política y la ideología woke), el principal problema de Bellas Artes es que es bastante menos divertida, punzante y eficaz que otros trabajos previos de la dupla, aquí nuevamente asociados con el guionista Andrés Duprat y el director Martín Bustos. Más allá de que se comulgue o no con la mirada orgullosamente de derecha de Cohn y Duprat, no hay dudas de que tanto las dos temporadas de El encargado como la muy buena Nada (donde asomaron rasgos de un humanismo y una sensibilidad muy poco vista en la obra de estos creadores) funcionaban en (casi) todos los terrenos. Bellas Artes, en cambio, surge como una suerte de reciclaje y acumulación de ideas, de retazos, de outtakes de trabajos previos.

La apuesta principal de Bellas Artes queda expuesta ya desde la escena inicial del piloto (Concurso), dirigido por Cohn. El Museo Iberoamericano de Arte Moderno (MIDAM), con sede en Madrid, abre un innovador proceso de selección para designar a su nuevo director y entre los tres finalistas aparecen dos jovencitas que usan lenguaje inclusivo y apuestan a nuevas formas de concebir el arte con énfasis en la pluralidad y la diversidad. Pero junto a Eme Burton Siza (Ondina Maldonado), una chica de cabellera rapada y platinada; y Musoke Sama (Kathy Sey), una muchacha de origen africano con anteojos blancos, aparece Antonio Dumas (Oscar Martínez, uno de los tres veteranos actores-fetiche de Cohn y Duprat junto a Luis Brandoni y Guillermo Francella), un hombre divorciado y padre ausente con medio siglo de experiencia como historiador de arte y gestor cultural que parece visiblemente incómodo y molesto con participar de las cuatro instancias. Cuando le toca hablar ante el jurado dice que esas pibas representan todos los lugares comunes de la corrección política; y él, “viejo, hombre, blanco de ascendencia europea y heterosexual”, sería en ese contexto el peor candidato. Por supuesto, pocos planos después sabremos que ha sido el elegido.

Y allí comienza una serie con no demasiadas sorpresas ni hallazgos: el museo tiene montada una muestra muy poco atractiva (el artista en cuestión es el Julián Martínez Sánchez de José Sacristán, un protegido de la Ministra de Cultura que surge como un antagonista inicial), todo tipo de problemas organizativos, una burocracia insoportable y una patética representación gremial en un ámbito con mucho contrato de trabajo precarizado. Y, como vemos en el Episodio 2 (Trascendencia), también tiene sus enemigos, ya que un grupo de encapuchados ataca una escultura con pintura y con los calificativos misógino, abusador y machista escritos en aerosol.

Reitero que la principal limitación de Bellas Artes no pasa tanto por la vuelta a recursos y elementos ya bastante transitados por Cohn y los hermanos Duprat sino porque en la mayoría de sus escenas -bastante obvias y subrayadas- no alcanza la fluidez, el desparpajo, la negrura y la capacidad de provocación y fascinación que sí consiguieron en varios de sus trabajos anteriores. El Antonio Dumas surcando las calles de Madrid sobre su monopatín eléctrico es como el reverso ideológico, un ser también desencantado pero en sentido opuesto, del Nanni Moretti que nos llevaba a recorrer Roma a bordo de su Vespa en Caro Diario. Los tiempos cambian…


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