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Críticas: Crítica de “Los colonos”, película del chileno Felipe Gálvez premiada en el Festival de Cannes

La ópera prima de Felipe Gálvez -egresado de la FUC- es una coproducción chileno-argentina ambientada a principios del siglo XX que se centra en el exterminio de los onas en la isla de Tierra del Fuego. Tras su estreno mundial en la competencia oficial Un Certain Regard del Festival de Cannes 2023, donde ganó el premio FIPRESCI de la crítica y luego de ser la representante de su país al Oscar a Mejor Película Internacional, se lanza en una decena de salas argentinas y posteriormente llegará al streaming en MUBI. 

Los colonos (Chile – Argentina – Francia – Dinamarca – Reino Unido – Suecia – Taiwán / 2023). Dirección: Felipe Gálvez. Elenco: Camilo Arancibia, Mark Stanley, Benjamin Westfall, Alfredo Castro, Marcelo Alonso, Mariano Llinás y Luis Machin. Guion: Antonia Girardi y Felipe Gálvez. Música: Harry Allouche. Fotografía: Simone D’Arcangelo. Edición: Matthieu Taponier. Dirección de arte: Sebastián Orgambide. Distribuidora en salas: MACO Cine. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 16 años. Salas (primera semana): 10 (Cine Arte Cacodelphia, Atlas Flores, Italiano de Lobos, Gran Navarro de Navarro, Avenida de Bolívar, Municipal de Tapalqué, Rivadavia de Unquillo, Italia de Formosa, Español de Cinco Saltos y José Fernández de Caleta Olivia).

(Esta crítica fue publicada originalmente en el marco de la cobertura del Festival de Cannes 2023)

En la presentación previa en la Sala Debussy junto a Thierry Frémaux, máximo responsable de Cannes, el director chileno Felipe Gálvez contó que trabajó este proyecto durante nueve años y los créditos iniciales indicaron que para su concreción participaron coproductoras y fondos de ayuda de una decena de países. Tras semejante épica, su primer largometraje tuvo un debut soñado en la segunda sección oficial del principal festival del mundo. La larga ovación (convengamos: había muchos integrantes del equipo técnico y artístico, así como representantes de tantas compañías asociadas) saludó la calidad artística (que es innegable), pero también fue como una suerte de descarga: finalmente la película es una realidad y se proyectó a sala llena.

La acción -didivida en varios episodios que tienen títulos como El rey del oro blanco, El fin del mundo y El chancho colorado– transcurre primero en Tierra del Fuego y luego en Chiloé (ambas islas) entre 1901 y 1908. En la primera parte vemos que José Menéndez (Alfredo Castro en otro de sus personajes cínicos, despiadados, siniestros) es quien administra las tierras y explota las miles de ovejas de la zona. Con el objetivo de “limpiar esta isla”, contratata al teniente británico MacLennan (Mark Stanley) para arrasar con los Onas (Selk’nam). En ese recorrido con aires de western participarán también un mexicano llamado Bill (Benjamin Westfall) y Segundo (Camilo Arancibia), un hombre de raíces indígenas originario de Chiloé.

Y en Chiloé, quedó dicho, transcurre la segunda parte, ya en 1908, cuando un enviado del presidente Pedro Montt llamado Vicuña (Marcelo Alonso) llega al lugar para investigar el exterminio de los pueblos originarios ocurrido siete años antes. Será entonces cuando reaparezca Segundo, quien vive con su esposa en una modesta cabaña de todo aquello que le provee el mar.

En un relato bello (por momentos demasiado bello) y cuidado (por momentos demasiado cuidado), Gálvez tiene el tino, la elegancia y la inteligencia de sugerir más de lo que muestra. Está claro que se producen todo tipo de atrocidades, pero las mismas se intuyen, se ven en la lejanía, se las comprende por ciertos diálogos (siempre en nombre del “progreso”) y con Segundo, algo así como la reserva moral, como observador del horror.

Los exteriores de la naturaleza en estado puro del sur chileno y argentino son tan bellos que no hay manera de que Gálvez y su director de fotografía Simone D’Arcangelo eviten caer en ciertos regodeos preciosistas, pero la experiencia sensorial (hay un extraordinario trabajo de sonido y la música de Harry Allouche tambien es delicada aunque por momentos resulta algo invasiva) resulta inmersiva e imponente.

Como curiosidad (esas curiosidades propias de las coproducciones) hay dos personajes (muy) secundarios de origen argentino: Mariano Llinás interpreta el perito Francisco Moreno, mientras que Luis Machín es un monseñor que representa la permanente alianza de la Iglesia con los poderosos. Más allá de esa participación nacional, se trata de una exploración honesta y una denuncia con más arte que consignas sobre uno de los tantos genocidios que se produjeron en el sur del sur.

PD: Los colonos, que en algunos aspectos recuerda a la segunda parte de la reciente La leyenda del rey cangrejo, aborda una temática recurrente en la última edición de Cannes, ya que la situación de los pueblos originarios también fue tratada por Lisandro Alonso en Eureka, por Martin Scorsese en Killers of the Flower Moon / Los asesinos de la luna y por el film Crowrâ / The Buriti Flower, de Joâo Salaviza y Renée Nader Messora.


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