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Festivales: Crítica de “school privada alfonsina storni”, de Lucía Seles (Película de apertura) – #BAFICI2024

Seles inauguró la 25ª edición del BAFICI con una de las dos películas que estrenará este año, ya que luego presentará también fire supply en Noches Especiales.

school privada alfonsina storni (Argentina/2024). Dirección, guion y edición: Lucía Seles. Elenco: Mirta Busnelli, Gabriela Ditisheim, Laura Nevole, Pablo Ragoni, Ignacio Sánchez Mestre, Iair Said y Lucía Seles. Fotografía: Sebastián Toro, Guillermo Romero y Christian Colace. Sonido: Víctor Tendler, Lisandro Rumeau, Lucero Blaustein y Jorge Miranda. Música: Luiza. Producción: Pablo Piedras, Sebastián Toro y Gonzalo García-Pelayo. Producción ejecutiva: Magdalena Schavelzon. Duración: 128 minutos. Película de apertura.

Luego de estrenar la llamada trilogía del tenis (Smog en tu corazón, Saturday disorders y Weak rangers) en distintas secciones del BAFICI 2022 y de ganar el premio a Mejor Película de la Competencia Argentina del año pasado con Terminal Young, Lucia Seles dio otro paso de su meteórico ascenso en la escalera del festival porteño presentando uno de sus dos nuevos trabajos en el marco de la ceremonia de apertura. Y school privada alfonsina storni está a la altura de las circunstancias.

La película vuelve a reunir a Seles con su habitual grupo de intérpretes (Martín Aletta, Gabriela Ditisheim, Laura Nevole, Pablo Ragoni y Ignacio Sánchez Mestre, a los que se suman la propia Seles, Iair Said y Mirta Busnelli) para una nueva visita a este particular universo donde conviven la ternura retorcida de Christopher Guest con la incomodidad, el delirio y el timing cómico de The Office. Claro que lo allí era una oficina de Dunder Mifflin en la localidad de Scranton, aquí es una escuela privada de la zona sur del conurbano bonaerense a punto de recibir a una nueva directora (Mirta Busnelli).

“¡Esto es incendio o renuncia!”, dice indignada la profesora de inglés. La escuchan, entre otros, una maestra de jardín, un par de profes, una joven preceptora, y a su vez hija de una maestra que renunció, un novio que la sigue a todos lados, el vendedor del local de helados del colegio y una empleada de seguridad.

Todos ellos –y, gag notable, el nieto de Alfonsina Storni– conforman esta muy particular fauna educativa a la que no se ve dando clases o timoneando las dinámicas estudiantiles, sino enfrentándose en las largas discusiones sobre qué hacer, celándose, desconfiando y conspirando, pero también apoyándose y conformando algo parecido a una familia. Son personajes que pueden pasar de generar rechazo a empatía en un abrir y cerrar de ojos, que en gran parte se definen a través de cómo viven la relación con el trabajo.

Mientras tanto, distintas frases que mezclan palabras en inglés y en español sobreimpresas en pantalla funcionan a la manera de notas al pie, de bitácora de rodaje de la directora, aunque por momentos también dispersan la atención. Y es que school privada alfonsina storni no es, ni de cerca, una película perfecta, pero en esas imperfecciones encuentra gran parte de sus particularidades, de su singularidad: es orgullosamente experimental, irregular y desprolija, pero tiene una inventiva, una libertad, un desprejuicio y una gracia –varios chistes son notables– infrecuentes en el ecosistema audiovisual argentino.


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